GRACIAS GENTE LINDA!!!
Mabel "La Negra" Redona, poeta
Fotografías de Fabiola Tempestini, muchas gracias por el aporte
Luis Vilchez mostrando un ejemplar de la revista El Viento
Fotografías de Fabiola Tempestini, muchas gracias por el aporte
Luis Vilchez mostrando un ejemplar de la revista El Viento
Nuestro amado amigo Jorge Moyano, disfruta la alegria de la poeta, primer edición del libro agotada
Compartimos algunas imágenes en la sede de Banco Credicoop, donde se realizó la presentación del libro de Mabel "La Negra " Redona, poeta popular, militante social, de la ciudad de Juana Koslay, San Luis, Argentina,
Mabel "La Negra" Redona
Gente tan necesaria
Ya la prestación de los libros libres de Jorge Bustos (Un
mundo número Cinco” y de Sergio Alvarado (Amor, te escribo), poetas populares
de San Luis, Argentina, fueron un gran éxito, numerosa convocatoria,
fraternidad, nada de egos que ensucien la poesía, gente linda que apoya y no
deja de apoyar y de sentirse parte de estos “Encuentros de Arte y Memoria”.
El 17 de octubre del 45* (Mabel Redona)
Mi suegro, Carlos Ciriza, vivía en Lanús para el 17 de octubre del 45. Trabajaba de obrero de la construcción, y ese día, a las seis de la mañana y con sólo un mate amargo en el buche, dice que se fue a trabajar. Cuando llegó la cosa estaba rara. Dice que la gente se andaba reuniendo de a grupitos, hablando bajo. Hasta que uno, que tenía cara de mandar y voz fuerte dijo: acá los compañeros me dicen, que la Señora Evita ha mandado a decir que tenemos que ir a la plaza, a pedir que lo traigan al General. No fue necesaria más explicación, hacía calor y todos empezaron a salir por el portón de la obra. Era un edificio alto, uno de los primeros en Lanús, y los ingenieros los vieron irse nomás, toditos juntos. Y no hicieron nada. Cuando vieron que en colectivo era imposible ir, por lo llenos, le dieron a patacón por cuadra, y se hizo el mediodía y ellos meta que me voy. Cuando llegaron a la altura del riachuelo, se dieron cuenta de que les habían levantado todos los puentes... ni se miraron, dice don Carlos, fue cosa de meterse al río y nadar hasta la otra orilla, nomás. Llegaron a las tres de la tarde, con las zapatillas rotas, sudados y felices. Nadie les había dicho qué plaza era, nadie a qué hora era qué... La sabiduría popular les iba indicando el momento histórico, el pulso de la vida obrera, de la necesidad de un líder que los mantuviera vivos, reales, trabajadores, sostenidos por esa trama que urdía una mujer impensable, inmensa. Tanto que debería, en el futuro, renunciar a ser vicepresidenta porque de serlo, hubiera empañado al amor de su vida.
Dice don Carlos que todo era algarabía, que no había qué comer, que él fue uno de los que metió las patas en el agua de la fuente. Que se cagaban de risa de los oligarcas que huían de la ciudad, espantados por tanto negro revoltoso. Ahí se quedaron, sin comida, sin resguardo, sin saber a qué se quedaban, Evita había dicho que había que estar, y ellos estaban.
Dice que a eso de las once de la noche, se abrieron las ventanas de la casa de gobierno, y que una a una, las luces de toda la casa Rosada se fueron prendiendo.
Dice que las lágrimas no le dejaron ver al general, pero que no importaba, porque sólo era un grito… ¡Perón, Perón, Perón!
A ella sí la vio, la buscó para enamorarse una vez más de su pasión y apasionarse para siempre de ser parte de la historia obrera argentina.
A veces, cuando lo escucho, quisiera ser él, don Carlos, con las patas en la fuente, con el redoblar del tambor en el corazón, con el grito en la garganta y esa convicción, ese amor a la patria, esa valentía.
Mayo 2015 * Lo escrito no es historia fiel, dato seguro. Lo escrito es trasmisión oral, cultura popular que siempre tiene esa mezcla de verdad y fantasía que lo hace único.
Mi suegro, Carlos Ciriza, vivía en Lanús para el 17 de octubre del 45. Trabajaba de obrero de la construcción, y ese día, a las seis de la mañana y con sólo un mate amargo en el buche, dice que se fue a trabajar. Cuando llegó la cosa estaba rara. Dice que la gente se andaba reuniendo de a grupitos, hablando bajo. Hasta que uno, que tenía cara de mandar y voz fuerte dijo: acá los compañeros me dicen, que la Señora Evita ha mandado a decir que tenemos que ir a la plaza, a pedir que lo traigan al General. No fue necesaria más explicación, hacía calor y todos empezaron a salir por el portón de la obra. Era un edificio alto, uno de los primeros en Lanús, y los ingenieros los vieron irse nomás, toditos juntos. Y no hicieron nada. Cuando vieron que en colectivo era imposible ir, por lo llenos, le dieron a patacón por cuadra, y se hizo el mediodía y ellos meta que me voy. Cuando llegaron a la altura del riachuelo, se dieron cuenta de que les habían levantado todos los puentes... ni se miraron, dice don Carlos, fue cosa de meterse al río y nadar hasta la otra orilla, nomás. Llegaron a las tres de la tarde, con las zapatillas rotas, sudados y felices. Nadie les había dicho qué plaza era, nadie a qué hora era qué... La sabiduría popular les iba indicando el momento histórico, el pulso de la vida obrera, de la necesidad de un líder que los mantuviera vivos, reales, trabajadores, sostenidos por esa trama que urdía una mujer impensable, inmensa. Tanto que debería, en el futuro, renunciar a ser vicepresidenta porque de serlo, hubiera empañado al amor de su vida.
Dice don Carlos que todo era algarabía, que no había qué comer, que él fue uno de los que metió las patas en el agua de la fuente. Que se cagaban de risa de los oligarcas que huían de la ciudad, espantados por tanto negro revoltoso. Ahí se quedaron, sin comida, sin resguardo, sin saber a qué se quedaban, Evita había dicho que había que estar, y ellos estaban.
Dice que a eso de las once de la noche, se abrieron las ventanas de la casa de gobierno, y que una a una, las luces de toda la casa Rosada se fueron prendiendo.
Dice que las lágrimas no le dejaron ver al general, pero que no importaba, porque sólo era un grito… ¡Perón, Perón, Perón!
A ella sí la vio, la buscó para enamorarse una vez más de su pasión y apasionarse para siempre de ser parte de la historia obrera argentina.
A veces, cuando lo escucho, quisiera ser él, don Carlos, con las patas en la fuente, con el redoblar del tambor en el corazón, con el grito en la garganta y esa convicción, ese amor a la patria, esa valentía.
Mayo 2015 * Lo escrito no es historia fiel, dato seguro. Lo escrito es trasmisión oral, cultura popular que siempre tiene esa mezcla de verdad y fantasía que lo hace único.
Gente tan tan tan tan imprescindible
Con Polo Juarez, referente para quienes nacemos Vientos
El abrazo de hermanos
La poeta, muy feliz
Todxs organizando una especie de” minga poética” para que cada presentación de libro libre
sea una verdadera fiesta popular.
Jorge Moyano, Vice Presidente del Banco Credicoop, otorga un reconocimiento por su labor en las cooperativas a un cooperativista de San Luis
El poeta Luis Vilchez, comenta algo sobre el libro de Mabael y la historia del nacimiento de Ediciones Libros de la calle y la revista El Viento
No hay comentarios:
Publicar un comentario