Publicaciones de la Revista Cultural Latinoamericana (Guturalmente hablando) El Viento
Quinta Comunión Literaria. Recibida el lunes 3 de noviembre de 2008.
De Martino, Mabel.
Testimonio
Si me preguntan ¿por qué la poesía?, me urge contestar con poesía…
Conmigo la poesía.
Conmigo en el vuelo eterno,
en el paso breve,
en la caricia quebrada.
Conmigo en el tallo hondo,
en la raíz infinita
y siempre conmigo en la batalla
de la impotencia feroz.
Quisiera comentarles a los del futuro,
si encuentran estos papeles
navegando por cauces de greda;
quiero comentarles
(y si es legible la tinta),
que en estos tiempos aún,
la lujuria y el hambre
están jugando la misma pulseada.
La lujuria
trabaja en grupos amenazantes;
se mueve sigilos dentro del trigo;
reptando rapta los huevos
y ordena ordeñar las vacas.
El hambre intenta cruzar los alambrados,
sumergirse en una realidad de harina,
pero sólo ve impotente
millones de granos diluídos
y litros de leche buena
alimentando los albañales.
Y en esta estúpida guerra
(quiero comentarles a los del futuro)
no existen los vencedores,
sólo la derrota.
El hambre se retuerce irascible;
atiborrada de escarcha
continúa en su grito de espanto
o calla de repente por una sortija de olvido.
La lujuria revolcándose orgullosa
trepa al monte de la carcajada,
pero ha de caer hasta desintegrarse.
(Quizás ya lo hayan visto los del futuro)
Mientras...
el campo es asesinado a soja,
quiero decir
a sangre fría.
Editorial Papeles de Buenos Aires
Colección: La Pluma y la Palabra
Libro número 5: Mas Cuestiones Con La Vida.
Constantini, Humberto.
Declaración Jurada
¿Qué pretendo yo con mi poesía? Bueno, es tan fácil manear en este tipo de declaraciones ¿no? O esquematizar. O decir una cosa por otra. O desembuchar las ideas que uno tiene sobre estética, o sobre política, o sobre la filosofía del arte en general... Pero me parece que sin querer se me escapó algo que es cierto. La poesía sirve para no macanear. Eso es. La poesía y el cuento me sirven a mí para no macanear. De eso estoy seguro. Para ser auténtico, humildemente, trabajosamente auténtico. Contar como veo, como siento algunas cosas, tratar de que alguien las vea y las sienta igual que yo. Sin pretender enseñar, ni adoctrinar, ni contrabandear ideas. Y para eso tengo simplemente que hablar con mi propia voz. Cosa bastante difícil como lo sabe cualquiera que ande metido en este asunto. Pero una vez conseguido eso, una vez que a fuerza de un largo trabajo de búsqueda, de desprendimiento, de humildad, qué sé yo, uno cree haber encontrado, en el fondo del alma o de las tripas esa voz, los conceptos “bueno” o “malo”, “poema” o “no poema” pierden totalmente vigencia. Se habla de un modo verdadero o se macanea. Y se macanea cuando, vaya a saber por qué, no se puede encontrar la propia voz.
Cuando me veo obligado a escribir un artículo, o un ensayo, o esto que estoy tecleando ahora por ejemplo, tengo siempre la fulera sensación de que estoy macaneando. De que podría afirmar todo lo contrario de lo que digo con la misma compostura y la misma sinceridad. En la poesía y en el cuento eso no me pasa. Sé que hay una única forma para decir una única verdad. Y que lo demás es una pelea con las palabras hasta encontrarla.
Quinta Comunión Literaria. Recibida el lunes 3 de noviembre de 2008.
De Martino, Mabel.
Testimonio
Si me preguntan ¿por qué la poesía?, me urge contestar con poesía…
Conmigo la poesía.
Conmigo en el vuelo eterno,
en el paso breve,
en la caricia quebrada.
Conmigo en el tallo hondo,
en la raíz infinita
y siempre conmigo en la batalla
de la impotencia feroz.
Quisiera comentarles a los del futuro,
si encuentran estos papeles
navegando por cauces de greda;
quiero comentarles
(y si es legible la tinta),
que en estos tiempos aún,
la lujuria y el hambre
están jugando la misma pulseada.
La lujuria
trabaja en grupos amenazantes;
se mueve sigilos dentro del trigo;
reptando rapta los huevos
y ordena ordeñar las vacas.
El hambre intenta cruzar los alambrados,
sumergirse en una realidad de harina,
pero sólo ve impotente
millones de granos diluídos
y litros de leche buena
alimentando los albañales.
Y en esta estúpida guerra
(quiero comentarles a los del futuro)
no existen los vencedores,
sólo la derrota.
El hambre se retuerce irascible;
atiborrada de escarcha
continúa en su grito de espanto
o calla de repente por una sortija de olvido.
La lujuria revolcándose orgullosa
trepa al monte de la carcajada,
pero ha de caer hasta desintegrarse.
(Quizás ya lo hayan visto los del futuro)
Mientras...
el campo es asesinado a soja,
quiero decir
a sangre fría.
Afiche del libro De Mujeres a Revoluciones, organizada por la Revista El Viento. Mariela Zobin y Mabel de Martino. San Luis, 28 de abril del año 2007.
Editorial Papeles de Buenos Aires
Colección: La Pluma y la Palabra
Libro número 5: Mas Cuestiones Con La Vida.
Constantini, Humberto.
Declaración Jurada
¿Qué pretendo yo con mi poesía? Bueno, es tan fácil manear en este tipo de declaraciones ¿no? O esquematizar. O decir una cosa por otra. O desembuchar las ideas que uno tiene sobre estética, o sobre política, o sobre la filosofía del arte en general... Pero me parece que sin querer se me escapó algo que es cierto. La poesía sirve para no macanear. Eso es. La poesía y el cuento me sirven a mí para no macanear. De eso estoy seguro. Para ser auténtico, humildemente, trabajosamente auténtico. Contar como veo, como siento algunas cosas, tratar de que alguien las vea y las sienta igual que yo. Sin pretender enseñar, ni adoctrinar, ni contrabandear ideas. Y para eso tengo simplemente que hablar con mi propia voz. Cosa bastante difícil como lo sabe cualquiera que ande metido en este asunto. Pero una vez conseguido eso, una vez que a fuerza de un largo trabajo de búsqueda, de desprendimiento, de humildad, qué sé yo, uno cree haber encontrado, en el fondo del alma o de las tripas esa voz, los conceptos “bueno” o “malo”, “poema” o “no poema” pierden totalmente vigencia. Se habla de un modo verdadero o se macanea. Y se macanea cuando, vaya a saber por qué, no se puede encontrar la propia voz.
Cuando me veo obligado a escribir un artículo, o un ensayo, o esto que estoy tecleando ahora por ejemplo, tengo siempre la fulera sensación de que estoy macaneando. De que podría afirmar todo lo contrario de lo que digo con la misma compostura y la misma sinceridad. En la poesía y en el cuento eso no me pasa. Sé que hay una única forma para decir una única verdad. Y que lo demás es una pelea con las palabras hasta encontrarla.
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